Los castros celtas: Poblados fortificados de la Galicia antigua

El viento sopla distinto cuando se está en un castro. No es solo la altura, ni la piedra, ni el silencio: es el eco de una forma de vida antigua que aún respira bajo el musgo. Desde las colinas gallegas, estos antiguos poblados fortificados siguen mirando al horizonte. Los castros celtas son mucho más que ruinas: son testigos de una Galicia anterior al tiempo, profundamente conectada con su tierra, su gente y sus ciclos.

¿Qué es un castro?

Un castro es un poblado fortificado de origen celta que se desarrolló entre la Edad del Bronce y la Edad del Hierro en el noroeste peninsular. Se construía en lugares elevados, rodeado de una o varias murallas de piedra. Las casas, de forma circular, estaban agrupadas en núcleos protegidos del exterior.

Pero un castro era mucho más que defensa: era hogar, era ritual, era una forma de entender la vida.

fotografia recreando castros gallegos

La cultura castreña: origen y evolución

La cultura castreña se extendió por Galicia, Asturias y el norte de Portugal desde el siglo IX a.C. hasta la llegada de Roma. Estas comunidades, organizadas y autosuficientes, desarrollaron técnicas agrícolas, metalurgia, estructuras sociales y prácticas espirituales ligadas a la tierra.

Con la romanización, algunos castros fueron abandonados y otros transformados. Se incorporaron nuevas formas urbanas, pero la esencia circular, tribal y simbólica del mundo castreño no desapareció. Muchas de esas raíces perviven hoy en la cultura gallega.

El círculo como símbolo

Todo en el castro tiende al círculo: las viviendas, los patios, los espacios compartidos. Y no es casualidad. Para las culturas celtas, el círculo representaba lo eterno, lo natural, lo armónico. Era protección y pertenencia.

Las casas no eran solo refugio: eran el núcleo de un ciclo continuo entre lo humano y lo sagrado. Esta visión resuena aún hoy en estructuras como los hórreos, en la forma de las aldeas gallegas e incluso en nuestras fiestas comunales.

Vida cotidiana entre piedra, fuego y cielo

Las gentes que habitaron los castros vivían del campo, del ganado, de la recolección. Sembraban, criaban cerdos y cabras, tejían sus ropas, elaboraban sus herramientas. El fuego era el centro del hogar. Las puertas de las casas solían mirar al este, hacia el sol naciente. La orientación solar era parte de la arquitectura espiritual.

También había espacios comunes, caminos interiores y, en algunos castros, estructuras para rituales de vapor que hoy se interpretan como saunas con valor purificador.

fotografia recreando castros gallegos

Castros que puedes visitar en Galicia

Galicia conserva una red impresionante de castros accesibles, donde el paisaje y la historia se funden:

  • Santa Trega (A Guarda): imponente sobre el Miño, con museo, vistas atlánticas y reconstrucciones que ayudan a imaginar la vida.
  • Baroña (Porto do Son): incrustado en la roca, rodeado de mar por tres lados. Uno de los castros más sobrecogedores.
  • Viladonga (Castro de Rei): con museo de sitio, objetos recuperados y estructura interna bien conservada.
  • San Cibrao de Las (San Amaro): extensísimo, con trazado urbano y restos de romanización.

Muchos caminos actuales, incluso parte del Camino de Santiago, transitan por antiguas tierras castrexas.

Legado lingüístico y cultural

Los castros no solo dejaron ruinas: dejaron nombres. Hay cientos de parroquias, montes y aldeas gallegas llamadas Castro, Castrelo, Castrexa… La lengua mantiene viva la memoria, como también lo hacen la arquitectura rural, el folclore y las leyendas locales.

A día de hoy, estos lugares son espacios de encuentro, inspiración artística, rutas escolares y turísticas, y actos de recuperación de la historia de Galicia.

Relación con otras tradiciones gallegas

Los castros no son ajenos al resto del tejido simbólico gallego. Forman parte de una memoria ancestral que también habita:

  • El Samaín, donde la noche marca el paso al más allá, igual que lo hacían los ciclos rituales castrexos.
  • La Noite de San Xoán, donde el fuego purifica y protege, como lo hacía la lumbre en el centro de las casas circulares.
  • El Magosto, con su reunión en torno a la brasa y la castaña, evocando la comunión comunitaria que definía la vida castreña.

Preguntas frecuentes sobre los castros

¿Cuántos castros hay en Galicia?
Más de 4.000 yacimientos registrados. No todos están excavados, pero muchos son visitables y señalizados.

¿Cómo eran sus viviendas?
De planta circular, con muros de piedra y techos vegetales. Se agrupaban en pequeñas unidades familiares o clanes.

¿Tenían religión?
Sí, aunque no templos como tal. Practicaban ritos ligados al agua, el fuego y los astros. Se han hallado símbolos sagrados, saunas rituales y objetos de ofrenda.

¿Siguen influyendo hoy?
Sí: en el arte, la toponimia, la identidad territorial y el imaginario simbólico de la Galicia más profunda.

También te puede interesar…

  • Samaín, donde lo celta y lo espiritual se encuentran en la oscuridad del año.
  • Camino de Santiago, cuyo trazado pasa por antiguas tierras castrexas.
  • Hórreo, la arquitectura rural que guarda ecos de la funcionalidad castreña.
  • Morriña, ese sentir profundo que también se despierta al pisar un castro y mirar al horizonte.

Castros celtas: cuando Galicia era piedra, fuego y círculo

No son ruinas. Son raíces.
No son pasado. Son presente que resiste.
En cada piedra de un castro, Galicia nos recuerda que hubo un tiempo en que la comunidad era circular, el mundo era cíclico, y la identidad no se leía: se vivía.

Y que aún hoy, cuando el viento sopla entre los muros curvos, ese latido no se ha apagado.