La Tarta de Santiago es uno de los emblemas más reconocibles de Galicia. La almendra, el azúcar y el huevo dan forma a un postre sencillo y delicioso, pero su historia va mucho más allá del paladar. Cada bocado lleva consigo siglos de tradición, espiritualidad y orgullo gallego.
Este dulce no solo endulza los caminos de los peregrinos en Santiago de Compostela, sino que también ha logrado conquistar hogares y pastelerías dentro y fuera de nuestras fronteras. Porque la Tarta de Santiago no es solo un postre: es identidad gallega hecha receta.
¿Cuál es el origen de la Tarta de Santiago?
Los primeros indicios de un pastel de almendra similar al actual se remontan al siglo XVI. En 1577, Pedro de Portocarrero menciona una «torta real» en su Libro de los postres, que ya contenía almendra como ingrediente principal.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando esta tarta empezó a adquirir su forma moderna y a consolidarse como especialidad compostelana. A partir de entonces, se convirtió en un dulce habitual en confiterías de Santiago, especialmente entre los peregrinos que querían llevarse un recuerdo comestible del Camino.
La receta, de origen conventual según algunas fuentes, fue pasando de generación en generación hasta convertirse en lo que hoy conocemos como la auténtica Tarta de Santiago.

La cruz de Santiago: más que decoración
Uno de los rasgos más reconocibles de esta tarta es la cruz de Santiago espolvoreada sobre su superficie con azúcar glas. Este símbolo empezó a utilizarse de forma generalizada en la primera mitad del siglo XX como una forma de identificación visual del producto.
La cruz, con forma de espada y brazos florenzados, representa al Apóstol Santiago y se ha convertido en el sello visual del Camino. No es solo estética: evoca devoción, historia y el vínculo entre gastronomía y fe que caracteriza a Galicia.
Hoy, esta imagen forma parte de la iconografía turística gallega y está protegida dentro de la propia Indicación Geográfica Protegida.
La tarta como producto con I.G.P.
Desde 2006, la Tarta de Santiago cuenta con Indicación Geográfica Protegida (IGP), un sello que garantiza que el producto responde a unos estándares de calidad y origen.
Para que una tarta pueda llevar esta denominación debe cumplir requisitos como:
- Tener al menos un 33% de almendra en su composición.
- No llevar harina ni levadura.
- Ser elaborada en Galicia bajo la receta tradicional.
Este reconocimiento no solo protege la receta, sino también el trabajo de los obradores gallegos y el valor simbólico de un producto profundamente ligado a la región.
Tarta de Santiago en la tradición gallega
Más allá de su papel en la mesa, la Tarta de Santiago tiene un lugar reservado en el imaginario colectivo gallego. Está presente en fiestas populares, en las romerías y, por supuesto, en la llegada de cada peregrino que cruza la Praza do Obradoiro.
Es habitual en celebraciones religiosas, en sobremesas familiares y como regalo a quienes visitan Galicia por primera vez. Como ocurre con muchos otros elementos de la cultura gallega, su valor va más allá de lo gastronómico: es símbolo de acogida, identidad y permanencia.
Cómo se elabora la Tarta de Santiago
La receta es tan sencilla como precisa: almendra molida, huevos y azúcar. Se mezcla todo, se hornea y se deja enfriar. Luego se espolvorea azúcar glas sobre una plantilla con la cruz de Santiago, que al retirarla queda grabada sobre la tarta como una firma ancestral.
Si quieres hacerla tú mismo, puedes seguir paso a paso nuestra receta tradicional de Tarta de Santiago, fiel a la versión con I.G.P.